NO HABRÁ OTRA VERGUENZA COMO LA DEL SAN LUIS
Jorge Gómez Barata
La noticia movió las tintas: “Cuba autorizó el atraque de un crucero
británico con coronavirus…” Según el canciller Bruno Rodríguez
Parrilla: “Por solicitud del gobierno británico, las autoridades
cubanas concedieron permiso de atraque al crucero MS Braemar, con
algunos viajeros contaminados con COVID-19 a bordo. Según el ministro:
“Se trata de una emergencia de salud…”.
Más tarde trascendió que hoy martes 17, al arribo del buque al puerto
de Mariel, se desatará una operación calibrada como un mecanismo de
relojería para desembarcar a todos los viajeros, evaluar y ofrecer
atención médica a los enfermos y rembarcarlos por avión a Gran
Bretaña.
Todo comenzó el domingo 8 de marzo cuando el crucero atracó en el
puerto de Cartagena, Colombia donde, junto a otros pasajeros,
desembarcó una dama norteamericana que, al ser examinada en un centro
médico de la ciudad resultó positivo para coronavirus.
Ajeno a la situación, el crucero MS Braemar, puso proa a hacia
Willemstad, en Curazao, y Bridgetown, en Barbados, donde se les negó
el ingreso. El miércoles 11 la firma armadora de la nave, fue avisada
de la situación de la pasajera e inmediatamente difundió un comunicado
en el que informaba de otros cinco casos a bordo.
Ese mismo día el capitán del crucero pidió a la Capitanía del puerto
de Cartagena permiso para regresar lo cual le fue denegado, cosa que
también hizo Bahamas.
Según CNN, en la tarde del domingo, 15 funcionarios británicos
realizaron intensos e infructuosos esfuerzos diplomáticos para
encontrar un país dispuesto y con infraestructuras apropiadas para
recibir el buque en el que viajan 1.513 personas. Además de
británicos, entre los pasajeros hay canadienses, australianos, belgas,
colombianos, irlandeses, italianos, japoneses, holandeses,
neozelandeses, noruegos y suecos.
En el barco, que en el momento del pedido estaba anclado a 25 millas
de Bahamas hay cuatro pasajeros y un miembro de la tripulación
positivos para COVID-19, otras personas, incluyendo un médico, están
sujetos a cuarentena luego de presentar síntomas.
En este caso se trata de razones prácticas debido a que el crucero se
encuentra a unos 7.000 kilómetros de Inglaterra a donde tardaría
varios días en llegar y a unos 500 de La Habana, por lo cual, en
aproximadamente día y medio de navegación los pasajeros enfermos
estarán bajo la cobertura médica cubana y poco después, los que sean
rembarcados, llegarán a su país.
Aunque desprovisto de los matices dramáticos y mezquinos, la
situación del crucero MS Braemar me ha recordado la tragedia vivida
por los pasajeros de otro buque, el San Luis que, en 1939, en lugar de
ser acogidos en La Habana, fueron rechazados, por lo cual terminaron
en los campos de concentración y los crematorios de la Alemania nazi.
Durante la II Guerra Mundial, ante la persecución de que eran objeto
en Alemania, tuvo lugar un éxodo de judíos a Estados Unidos donde
entonces para los emigrantes regia un sistema de cuotas que no fue
ampliado. En aquel contexto hubo un arreglo, según el cual los
perseguidos viajarían a un país cercano y esperarían allí a que se les
permitiera entrar en Norteamérica.
Bajo ese entendido, en Hamburgo, 937 pasajeros abordaron el
trasatlántico Saint Louis, que el 13 de mayo de 1939 partió rumbo a
Cuba. Todos disponían de permisos para desembarcar en La Habana en
calidad de refugiados. El 23 del mismo mes, con la capital cubana a la
vista, el capitán recibió la noticia de que los permisos vendidos por
un corrupto director de emigración, fueron anulados por el presidente
Federico Laredo Brú quien accedió a expedir otros a un costo de 500
dólares por cada persona, cantidad que solo 29 pasajeros pudieron
pagar.
Ante la negativa de Estados Unidos y Canadá de acoger a los infelices
viajeros, escasos de agua, alimentos y combustible y con la
tripulación prácticamente amotinada, el capitán del buque decidió
regresar a Europa. En el puerto de Amberes, Bélgica, exhaustos y
aterrorizados desembarcaron los desdichados del San Luis que vivieron
la ilusión de ser acogidos en La Habana.
Según trascendidos, el crucero británico atracará en el puerto de
Mariel donde directamente, sin ningún contacto con la población cubana
y, bajo estricta supervisión médica y epidemiológica, abordarán
ómnibus hasta la Terminal Cinco del aeropuerto capitalino, destinada y
preparada para operaciones especiales, en la cual los tomarán dos
aviones fletados por Gran Bretaña.
En las redes sociales, en Cuba y otros lugares, tanto personas mal
intencionadas como compatriotas que actúan de buena fe, expresan
opiniones críticas. Es su derecho, pero en este caso, más que de
derechos, se trata del deber de asistir al prójimo en riesgo,
siguiendo reglas que preserven la seguridad del mínimo de personas
involucradas. El COVID-19 no debe hacernos peores. Allá nos vemos.
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