Hubo un emperador romano llamado Calígula que sostenía ser un Dios y tristemente notorio pasó a la historia por los crímenes y descalabros que cometió y, según el gran historiador romano Suetonio, proclamó que “Todo me está permitido y con todas las personas,” llegando a nombrar cónsul a su caballo.
Los omnipotentes emperadores de la antigüedad ya no existen, pero el mundo actualmente convive con un presidente que un día alzó la vista al cielo y dijo “Soy el elegido” y en otro día se mostró muy satisfecho con un comentarista adulador que lo describió como alguien que para los judíos israelitas representa el segundo advenimiento de Dios. En La Florida posee una propiedad a la que llama la Casa Blanca de Invierno, que es también un club privado cuya membrecía es de 200 mil dólares por cabeza. Techos de laminados en oro, 58 habitaciones, 33 baños, 36 mil azulejos españoles, tapices flamencos del siglo XVI, suelos de mármol blanco y negro de Cuba y una estatua suya de tamaño natural con la inscripción de “El visionario.” Entre otros autobombos ha dicho que “la gente me puso aquí para hacer un gran trabajo. Eso es lo que estoy haciendo. Nadie ha hecho un trabajo como yo hice.” –y asómbrense, pues a continuación expresó–: “Nadie, ni Washington.”
«Un gran trabajo» que se manifesta en la forma que desde hace meses dice tener bajo control la epidemia del coronavirus en una nación que en el mundo encabeza la lista de muertes a causa del Covid-19, más de 180 mil. En tan trágica estadística a Estados Unidos lo sigue Brasil, con más 120 mil, y luego la India con más 64 mil.
En época del emperador Calígula no había prensa ni editoriales que publicaran libros, pero hoy la prensa y los libros existen, también la radio, la televisión y el Internet, y a través de esos medios personalidades que muy de cerca han conocido al presidente lo reputan de diversas maneras, aunque sería injusto decir que todas adversas. También lo han considerado buen jugador de golf, no mal conductor de realiy show y empresario con éxitos en bienes raíces.
Pero cerca ya está el día tres del mes de noviembre y sería saludable tener en cuenta que veinte y siete psiquiatras y especialistas de salud estadounidenses le han diagnosticado problemas mentales: narcisismo, paranoia, trastornos delirantes, hedonismo desenfrenado, entre otras perturbaciones de la personalidad. En el ámbito familiar, su hermana, una fiscal estatal retirada, que bien lo conoce desde niño, parece que no lo puede ver ni en pintura, igual que una sobrina suya que tiene un doctorado en psicología clínica y acaba de publicar un libro relatando hechos de la vida del presidente, hechos que lo alejan hasta de las chancletas del Padre de la Patria estadounidense, Jorge Washington. Por su parte, el muy respetado analista político, filósofo, activista, y reconocido lingüista, Noam Shomsky, hace solo días expresó: “Nunca ha habido una figura en la historia política que se haya dedicado tan apasionadamente a destruir los proyectos para la vida humana.”
El periódico Washington Post ha informado que ha hecho no menos de 15 mil declaraciones falsas o erróneas. Respetables personas que lo conocen le señalan conductas que en absoluto enaltecen: mañoso, demagogo, pedante, payaso, fanfarrón, disparatado, arrogante, tramposo, incoherente, racista e ignorante, entre otras linduras. Y si se hiciera un solo hincapié en lo de ignorante, en estos momentos que nos asola una mortal pandemia habría que apuntarle que dijo que la gripe española puso fin a la II Guerra Mundial, conflicto bélico que comenzó dos décadas después de haberse erradicado ese también mortal virus.
Pero valdría la pena por un instante regresar a tiempos antiguos y atender algunos de los rasgos que Suetonio y otros autores encontraron en el emperador Calígula: encanto superficial, autoestima exagerada, irresponsable, carente de remordimiento o empatía, sin control sobre su conducta. Y valdría la pena hacerse una pregunta: ¿Habrá similitudes entre el emperador y el presidente?
Sea cual sea la respuesta habría que preguntarse si los estadounidenses son merecedores de tener por otros cuatro años al actual presidente o será éste el elegido por Dios para castigar a un una nación que en su primer período le admitió que recortara los programas sociales y de protección ambiental a la vez que dichoso aumentaba el presupuesto militar, ya superior al de la OTAN, Rusia y China juntos. Que cerrara los ojos ante los millones de toneladas de hielo que anualmente se derriten en al Ártico, que virara la cara ante la desaparición de especies, que proclamara que el calentamiento global es un engaño y no le importe el por qué los huracanes son cada vez más numerosos y destructivos. Que llamara drogadictos, violadores y ladrones a los mexicanos y que ególatra dijera que él es el más grande constructor del mundo y que va a construir el muro más grande que jamás se haya visto. Que visitando a un devastado Puerto Rico cuando su pueblo acababa de sufrir el paso del poderoso huracán María, les tirara rollos de papel sanitario como diciéndole para que se limpien el culo. Que arrimara al planeta a una guerra nuclear al retirarse de acuerdos internacionales que de alguna manera intentan evitar tal catástrofe. Que cuando altos funcionarios y medios de comunicación en enero lo alertaron sobre el virus, se molestó por considerarlo alarmismo que crearía innecesario pánico y que el día veintidós de ese mes afirmara que “lo tenemos totalmente bajo control”, para agregar que era “una persona que vino de China,” días en que feliz jugó golf como en seis ocasiones. Que creyéndose poseer supremos conocimientos médicos en epidemiologia al mes siguiente dijera que el virus se iría solo y que todavía hoy se atreva a alardear del gran trabajo que ha hecho cuando los Estados Unidos resulta el país con más contagios y muertes en el mundo a causa del Covid-19.
Por suerte, que sepamos, no es amante de los caballos y para cónsul o senador no propondrá la candidatura de su corcel preferido, si es que antes no decide nombrarlo Secretario de Estado.
Pero, ¡cuidado!, noviembre se acerca y el día tres aspira quien se considera más grande que Jorge Washington.
Para Radio Miami, Nicolás Pérez Delgado,
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