Traducido desde el más allá por Max Lesnik.
Adolfo Hitler, animando a los jóvenes para marchar hacia la muerte
Nada más apropiado en estos momentos de gran tensión en la política norteamericana que citar la famosa frase de Carlos Marx cuando dijo sabiamente que la historia se repetía dos veces, la primera vez como tragedia y la segunda como ridícula comedia.
La escena trágica de la historia a que hoy hacemos referencia ocurrió en el Berlín de fines de la Segunda Guerra Mundial cuando un Adolfo Hitler, enfermo y desconcertado ante la inminente y segura derrota que se le venía encima, con los tanques del Ejército Soviético entrando en la capital de la Alemania nazi, apenas a unos metros del bunker del dictador nazi-fascista, este alentaba con palabras apocalípticas a una escuadra de muchachos fanáticos de la juventud hitleriana a que siguieran combatiendo hasta el último aliento de sus vidas, asegurándoles que la victoria estaría con ellos y no con el enemigo que se les venía ineluctablemente encima. Una película tomada por un camarógrafo de la guardia personal de Hitler recogió ese momento trágico para la historia.
La comedia ridícula de esta historia la vimos ayer noche en la Casa Blanca cuando un Presidente Trump, con gesto de frustración y soberbia se quitaba ante las cámaras de la televisión la careta protectora contra el Covid-19, dando así un mensaje de reto a la ciencia y al más elemental sentido común , que solo sus más fanáticos seguidores estarán dispuestos a seguir, aún a costa de sus vidas.
Ojalá que la comedia escenificada por el Presidente Donald Trump en la noche del pasado lunes en la Casa Blanca, no termine como toda una lamentable tragedia norteamericana.
Y con mi gallo me voy cantando a mi tumba fría. Bambarambay.
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