Tanto Trump como Biden persiguen el mismo objetivo: liquidar a la Revolución Cubana. Trump encarna la línea dura que se expresa en la asfixia económica, comercial y financiera, sin descartar ni mucho menos la opción militar. Biden se mueve por el «carril 2», el de la penetración cultural, mediática, del dinero corruptor de la USAID y de la NED, del diversionismo, el consumismo, los cantos de sirena. Cuba puede enfrentar ambos desafíos, pues muy posiblemente es el pueblo con mayor conciencia política del mundo. Es el pueblo de Martí y de Fidel, cuyo coraje y capacidad de resistencia ha sido mil veces ya probada. Pero enfrentar la línea de los halcones de Washington costaría mucha sangre, de hecho ha costado mucho ya en el sufrimiento del pueblo cubano por el bloqueo. Enfrentar la línea de Obama, representada por ahora por Biden, es a la larga la más sutil y peligrosa, pero los cubanos estamos concientes del peligro y sabemos como enfrentarlo. Con la administración Biden podríamos respirar y, si ellos nos quitan su rodilla del cuello, en muy poco tiempo demostraremos que para lograr el bienestar y la felicidad del ser humano no hay otra opción que el socialismo.