Llora la Estatua de la libertad
Basta de no decirle al pan, pan, y al vino, vino, y sin retrospectivas querer ver como Donald Trump, quien en buena lid pierde las elecciones frente a Joe Biden, intenta durante dos meses dar un golpe de estado con artilugios seudo legales que de nada le valieron, pues la ley imperó, y alardeando de su ideología convocó a miles de fanáticos suyos, la gran mayoría amantes del KKK, de la swastica de Adolfo Hitler y de la Asociación del Rifle para culminar una cañona fascista –no fue otra cosa, fue una cañona, violenta y fascista– contra los congresistas que el siete de enero en la sede legislativa del Capitolio certificarían el triunfo de su oponente. Hasta Fulgencio Batista tuvo más recato y sabiendo que no tendría ningún chance en las elecciones de 1952, sin aspaviento se presentó en la madrugada del 10 de marzo en la principal fortaleza militar cubana, en Columbia, y al día siguiente el pueblo supo que ahora tenía un dictador.
Cañona electoral que se inició invocando solo falsedades en las cortes y que todas resultaron falllidas. Así que aliviado respiró no solo el presidente recién electo, sino el mundo entero, sabiendo que ya no regiría en los poderosos Estados Unidos un narcista psicópata y de incultura epopéyica que ya había retirado a la nación del Tratado de París sobre el Medio Ambiente en momentos en que cada año medio millón de toneladas de hielo se derriten en las aguas árticas. Prepotente mandamás que abandona el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, el Acuerdo Nuclear con Irán, la UNESCO, la Covención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, que abusivamente dicta 140 sanciones contra Cuba, que acusa a Venezuela de ser un peligro para la seguridad nacional de los Estados Unidos y, como si fuera poco, entre otras barrabasadas y en momentos en que el Covid 19 acaba con millones de vidas en todos los continentes y su país es el primero en el mundo por el número de contagios y muertes, se retira también de la Organización Mundial de la Salud.
Habría que preguntarse cómo un individuo de caracteristica tan autoritarias y absolutistas, racistas en grado sumo, que cree que tomar cloro es bueno para la salud, resultó presidente, y agresivo y tramposo hasta el día de hoy se ha negado a mostrar sus declaraciones de impuestos. Sus ademanes son payasecos y ofende a quienes él mismo pone en altos cargos. El periódico Washington Post le contabiliza más de 16 mil mentiras, pero, sin embargo, aun con tan nefasto expediente obtiene una nada despreciable cantidad de votos en las presidenciales de noviembre pasado, setenta y cuatro millones.
Por eso, es necesario hacer preguntas difíciles: ¿Qué ocurre, entonces? ¿Cómo es posible? ¿Habrá que ir a historias de la nación?, pues luego de la cruenta guerra con que se logra la independencia de los ingleses, la esclavitud se mantiene. Cuatro presidentes en funciones han sido asesinados. Este es el único país del mundo en que linchaban a los negros, incluso durante el reciente siglo XX, y no fue hasta 1949 que se aprueban leyes contra tan racista y críminal práctica. Y todavía hoy, en el siglo XXI, el K K Klan es una organización permitida, igual que asociaciones nazis que con orgullo enarbolan la swástica de Adolfo Hitler como si miles de jovenes norteamericanos no hubiesen muertos durante la II Guerra Mundial luchando contra el nazifascismo. Más recientemente, cuando los primeros grupos de cubanos comenzaron a arribar a los Estados Unidos en 1959, en los omnibus estos emigrantes habrán visto que los negros solo podían sentarse en el asiento de atrás y si éste estaba ocupado, aunque hubieran otros vacíos, tenían que mantenerse de pie. Y no fue hasta 1963 que un joven negro, James Howard, logra matricular en la Universidad de Berkeley, en Mississippi, pero en medio de graves disturbios que se convierten en un problema nacional, no obstante haber servido en la fuerza aérea durante nueva años.
¿Será Donald Trump un reflejo de ese pasado, igual que el policía que dispara contra un negro desarmado? Y la pregunta que muchos se han hecho es qué hubiera ocurrido si el asalto al Capitolo de Washington hubiera sido protagonizado por afroamericanos y no por blanco, que todos lo eran, ¿qué hubiese pasado? Ni con un chorro de agua ni con una balita de goma se trató de contener la embestida de la turba fascistoide alentada por el presidente Trump, cuando esa embestida había saido anunciada a bombo y platillo antes de lanzarse sobre el Capitolio, el sitio más simbólico de la llamada democracia estadounidense. Sin embargo, ausentes allí estuvieron elementales medidas de seguridad y la Guardia Nacional llegó horas después, algo muy distinto a las habituales y excesivas medidas que se toman siempre que se anuncian manifestaciones antiraciales. Y el mundo vio como la policía del histórico sitio retrocedía mientras los trumpistas, armados muchos, a sus anchas vandalizaban y se desplazaban casi con regocijo de turistas por las instaslaciones del Capitolio. Llama la atención, ¿verdad?
Entonces, ¿es Trump un ser ideologicamente aislado, solitario, o el racismo se ha convetido en un mal endémico en parte de la población estadounidense? Duro de aceptar esto. Pero si así fuera, Trump, sin ética, solo importándole su ego enfermo y personal, bien que ha utilizado ese sentimiento de acuerdo a sus intereses.
El nuevo presidente tiene una tremendísima tarea por delante. La juventud, sin dudas, desea cambios, cansada parece estar del lenguaje político habitual, que dice hacer para solo hacer más de lo mismo.
No se trata de comunismo, ni socialismo, ni islamismo, ni de teorias conspirativas locales, globales o extraterrestres. Sí parece que el pueblo estadounidense quiere que el sistema se humanice, tal vez solo eso, humanizar al capitalismo salvaje, tal y como fue catalogado y no por un chino, ni un ruso, ni un iraní, sino por un Papa, Juan Pablo Segundo.
Esperanzas de cambio las hay.Tal vez Joe Biden las estará analizando o, sino, será más de los mismo. Claro que esperanzas tienen que haber. ¿O acaso no le salió el tiro por la culata al intento de cañona, a la brava fascistoide electoral de Donald Trump? Y recordemos que luego del ataque a Pearl Harbor el espíritu que por entero entonces primó en la nación fue el de Franklin Delano Roosevelt?
El ataque al Capitolio fue una abierta arremetida contra la Constitución, un hecho que nadie imaginaba y que ha cruzado más allende de los mares para descrédito de los Estados Unidos. Días atrás vimos a un Trump que, arratonado, reculó, aunque solo en parte, pues mantiene la falsa del robo de su reelección y, a modo de un angelito mefistofélico, dijo que la transición del día 20 será pacífica, como si él, que se cree el Elegido, tuviera en su mano el rayo de Zeus para fulminar todo lo que le venga en gana. No confiemos en lo que diga, recordemos las mentiras que le ha contabilizado el Washington Post. Y más grande resulta el bochorno para esta nación cuando su presidente, sin la más mínima hidalguía, anuncia que no asistirá a la tradicional ceremonia de transición del mandato presidencial.
Para Radio Miami habló Nicolás Pérez Delgado.
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