4 de marzo de 1960. Más de cien muertos y quinientos heridos. No hay que esperar 150 años para conocer al terrorista culpable.
Tal si se hubiese alcanzado el non plus ultra de la música, resulta que la televisión, radio y prensa escrita de Miami mantienen un escándalo desorbitado y aplaudidor por una canción tipo reguetón que intenta negar el espíritu épico del pueblo cubano y que nuestro himno nacional resalta al decir que morir por la patria es vivir.
En 1960, noventa y dos años después de haberse entonado por primera vez en el aguerrido pueblo de Bayamo, en la bahía habanera más de cien muertos y quinientos heridos provoca un criminal sabotaje, el del buque La Coubre, que armas y municiones traía para la defensa de la patria. Día de aciago fue ese 4 de marzo y Fidel Castro, en el sepelio de las víctimas, proclama la consigna de ¡Patria o Muerte. Venceremos! Un patria o muerte de espíritu igual al que atronó en la manigua mambisa con “¡Independencia o Muerte!” y “¡A la carga!,” que era al machete y a pecho descubierto frente a los mortíferos cuadros de la fusilería enemiga.
Pero existen quienes ante situaciones adversas se aflojan de piernas e, impelidos desde fuera por poderosos promotores, alquilan sus voces y, en este caso, intentan borrar la épica independentista que enorgullece a la nación cubana. Así, un grupito de intérpretes, en coro anexionista, urdieron “Patria y vida” al ritmo repetitivo y machacoso que de moda está en muchos círculos. De inmediato, Miami estalla de júbilo, tal si hubiese logrado su Internacional derechista, y es que ni Miami, ni siquiera Washington, a pesar de los miles de millones de dólares gastan en ello, encuentran la imagen de un lider o de un contenido moral –sea escrito, dicho o musicalizado– capaz de acreditar la política que desde hace ya más de sesenta años despliegan contra Cuba.
Grupito de intérpretes de una nueva forma de hacer música y que en Cuba sobresalían sin problema y se daban a conocer afuera. Entre ellos, Decemer Bueno era el que más, con razón, se destacaba, pero a todos Miami los exalta por igual; el verdadero talento es lo de menos. Asunto digno de ser dilucidado con el querido y fallecido amigo Helio Orovio entre copetines y música de victrola, pero a falta de éste lo hizo otro sabio amigo mientras en su casa escuchábamos unas grabaciones de los Zafiros y los Beatles. Irenaldo García se llama este amigo y siempre que lo menciono aclaro que nada tiene que ver con el esbirro batistiano de igual nombre. Esclarecedor, como siempre, se refirió a Patria y vida como “una musicanga” que igual a sus protagonistas son luceros fugaces, de brillo perecedero, pues muy lejos andan de nuestros eternos Ernesto Lecuona, Gonzalo Roig, Pérez Prado, José Antonio Méndez, Cheo Marquetti, Moises Simons, Enrique Jorrín, María Teresas Vera, Manuel Corona, Enrique Jorrín, Roberto Faz, Orlando Contreras, Tito Gómez, Barbarito Diez, José Tejedor, Bola de Nieve, Bienvenido Granda, el Benny, Silvio, Pablo y otros muchos de la música cubana, inventen lo que inventen los medios de Miami.
Y es que el Imperio, aun con su millonaria maquinaria anticubana no ha tenido ni tiene de quien ni de qué agarrarse. En más de medio siglo no han contado con una sola figura capaz de hacer creible ante el mundo su política criminal contra Cuba y, desesperado, echa mano a cualquiera, incluso a un acartonado señor de la UMPACO, feas siglas que no vale la pena decir qué significan. No olvidemos, por citar tres casos, como mandaban a reporteros a La Habana para grabar y convertir en figura política a un infeliz borrachito, a Pánfilo, que decía “¡Jama!, ¡Jama!, ¡yo lo que quiero es jama!,” o a un simulador maratonista como de cincuenta huelgas de hambre, a los cuales, con bombo y platillo exhibían en su hit parade; entre ellos, hasta a una pobre y sufrida madre a la que presentaban como la actual Mariana Grajales.
Pero no piensen que mi amigo Irenaldo se detuvo al citar a esas veinte glorias cubanas. Mucha es su sabiduría popular y prodigiosa su memoria. Sumó también a Elena Burke, Rita Montaner, Sindo Garay, César Portillo de la Luz, Miguel Matamoros, Los Van Van y Omara Portuondo, sin olvidar a artistas que abandonaron Cuba, Celia Cruz, Willy Chirino (a quien el almanque sí le falló con su “ya viene llegando”), Olga Guillot, Orlando Contreras, Orlando Vallejo; a los de un lado y del otro del charco del Estrecho de La Florida, pero todos estrellas que han encumbrado por América y el mundo melodias inolvidables de la música cubana, conmovedoras, alegres o tristes, poéticas o con el sabor cumbanchero de cualquier esquina de barrio, en las que no faltan las nostalgias propias de la vida, las dos gardenias, la barra del bar, los amores idos, la alegría de un nuevo amor, el dolor del bohemio por la muerte de su madre, el amigo el que no es amigo. Cancionero que el tiempo no borra de la memoria colectiva, ni de Cuba, ni de fuera de Cuba, pues con real talento recrean la vida –y decimos recrean y no recrearon, porque si se transmitieran de nuevo, tal y como merecen, no sé dónde dejarían a esos reguetones, si bien de cómodo y pegajoso ritmo, de sospechosas. fáciles y muy a menudo vulgares letras.
Irenaldo es martiano al cien por cientoy resumió su reflexión con cita del Apóstol. “Coño, tira una crónica sobre esto y recuérdales a esos que los hace temblar el muerte de Patria o Muerte, que Martí tuvo de la pelona otro concepto. Y a la posteridad dejo dicho, y bien dicho, que ‘Cuando se muere en brazos de la patria agradecida, la muerte acaba, la prisión se rompe, ¡Empieza, al fin, con el morir la vida!’ Y de paso preguntántales por qué y para qué ahora ese encarne con el Patria o Muerte. Venceremos de Fidel. Pregúntaselos, aunque se sabe: congraciarse con un Norte revuelto y brutal y con billetes para comprar conciencias. La musicanga esa se olvídará por efímera y barata, y dentro de poco los billetes apostarán a otra inmunda tontera, como ocurre desde ya hace más de sesenta años.”
Para Radio Miami, Nicolás Pérez Delgado.
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